
Me siento monosilábico, sincopado, interrumpido, precipitado. Deseo palabras ajenas que fluyan libres y despreocupadas, como una ríada y yo en la orilla. Todo lo que necesito comunicar estos días se puede resumir en un silbo, una servilleta ( de cantina mejicana), y la elegancia de una gota de aceite resbalando por un cordel de colores. Me he puesto los guantes de nieve para escribir todo esto, son mi silenciador y mi sordina, un sinquererqueriendo, una excusa de mutilado barajando las cartas. He dormido 12 horas bajo cascotes y adoquines, he adoptado un silencio cretácico con aromas de grisú. Hay algunas palabras que son cerillas que se inflaman cuando las frotas contra los sentimientos oportunos. Llevo toda una semana con los grifos abiertos y el colador en la mano, esperando a que bailen las monedas en el fondo del caldero. Hoy cojo el telefóno, dicen que el ayuntamiento quiere repararme el tejado. Entonces, ¿era eso?.