lobotomías frigoríficas

la canícula invoca a la mediocridad con los labios rasgados y secos, enlentece el pulso de las ideas de revolución hasta que estas se dilatan como universos colapsados y estallan en densos óvalos de soplador de vidrio, excrecencias somnolientas, almas de quinqué bailando el chotis de las luces que agonizan, mis palabras y sus muertos engordando las horas tostadas al sol. necesito que me penetren hordas violentas. llévense el dinero pero devuélvanme el demonio, mi exorcismo ha caducado, cogeré tijeras de abortos clandestinos para que mi lengua escape viperina desde la cornisa más violenta con guirnaldas de colmillo y astillas de mástil en procesión tras su estela purpúrea (por ejemplo). que el sol reviente como un útero sellado con lacre y coágulos, que me lleve la santa compaña de tazas por toda la encimera pangalaica, arroutada etílica de likorkaffe y konfesiones bajo las enaguas sudorosas de la cantinera. lobotomías frigoríficas con los sachos desencajados, ávidos de materia gris, mi reino por un iceberg, la vívida sabiduría de mis orines descorchados en rápida huida hacia el mar desde mi gulag. confieso que he bebido.