"UNA SONRISA QUE DOMINA PAISAJES ANIQUILADOS" MAESE CIORAN

miércoles, agosto 29, 2007

tal vez un taburete y un café

hundir el remo en la corriente hasta tocar las fallas más profundas... durante un ahora que no quiero dejar atrás yo fuí un cortado doble a las siete de la mañana y la niebla al otro lado de la ventana y las turbulencias de una cuchara que se agita desde más de una década, tal vez

subirme a un taburete y hablar... tal vez de un sueño de puertas que se abren y estoy en el cielo, a la izquierda del padre, adjudicando a dedo interinidades en el paraíso, y entonces recordad agradecido las porciones de humanidad que deseo salvar del infierno y sus cizallas: aquel magrebí con chaqueta en una mañana de verano sentado en la planta superior de un Mcdonald´s de París, "TÚ eres el único responsable", y yo enredado en sus subtítulos, compartiendo su café en vaso de plástico mientras mi amigo "llamaradas" se lavaba en el cuarto de baño, al fondo a la derecha; también aquel desconocido de piernas torcidas que me pidió fuego cerca de Gelmírez, y yo llevaba mechero y siete días sin hablar, y el me dijo "gracias, tío", y entonces lo entendí todo, me subí al taburete y susurré "de nada, meu"

lunes, agosto 13, 2007

de cucharas y silencios


miro a mi alrededor, veo terrenos baldíos, ninguna montaña a la que subir, no hay árboles del ahorcado, los vértigos son un espejismo de arenas movedizas, si al menos tuviera un mendrugo de locura que llevarme a la boca, una palabra envenenada con la que precipitarme, un puñado de sal para restregarme los ojos y llorar, pero hoy los dioses están en viaje de negocios y han abandonado sus huellas como cucharas vacías o lágrimas tras la lluvia. atrapado por el blues a 22 revoluciones, sueno a disco de cera, huelo a pijama de anciano tretapléjico, soy un guijarro que aguarda entusiasmado esa patada y la herida sobre la arena que me defina, lentamente.

todo empezó con un silencio de ojos apretados bajo las sábanas y mis rodillas plegadas sobre un alféizar de cemento. Cuando quise hablar las palabras rodaban a meses de distancia, eran apenas rumores de mareas que se alejan por el influjo de otras lunas, siempre detrás como dedicatorias en fotografías de gente muerta. siempre es martes a las cuatro y veinte de la tarde y espero cerca del teléfono por las instrucciones de este día que he de malgastar porque ya es jueves y el sol se ha puesto, la cama sigue deshecha, nadie me ha llamado y yo estoy sentado en el alféizar leyendo los efectos secundarios de una intoxicación de silencios con un nudo en la garganta.