
pulgares que hurgan en el centro cóncavo de una mandarina quebrando amarres de seda blanca, lo redondo sorprendido en su bostezo místico y perpetuo por las falanges de la realidad, una belleza porosa anegada hasta la flatulencia, ríos de sangre como piernas de infinito... yo que busqué refugio al abrigo de sentimientos comunes como el toro que busca la sombra en el ruedo siento ahora el vértigo del último libro al filo de la estanteria, la furiosa decisión del muelle que vuelve, el sermón hecho granito rodando montaña abajo que barre las horas y sus zurrones de olvido en un largo y espeso crujido horizontal... soy el gajo que se desprende franético y se balancea como una lágrima al borde del suicidio. HE VUELTO.