
"¿Cómo medir la profundidad del tiempo?" La línea que sigue contiene una respuesta y siempre llueve cuando te estás acercando, como en los entierros si excavas los años necesarios y el olvido lleva los fondillos lastrados. hay un rostro aplastado contra el cristal de la puerta que parece pender de una pequeña mata de pelo atada con goma elástica, golpeo con los nudillos sobre un borrón de mejillas y sonrío en santo y seña ladeando la cabeza como hace el carpintero con el nivel lleno de burbujas. la niña se retira con gesto profesional y su padre, también con coleta, abre y la acompaña con una caricia de brisa y leche hasta su mesa. dentro ya no llueve. pido un cortado al jefe y me siento en la barra sin sacarme el abrigo. extiendo el libro sobre las manchas de otros cafés más sabios por antiguos y busco la respuesta mientras suena esa sonata de gramófono de Mozart y los monos en África y una señora de voz cascada pide que le den al botón de la máquina del tabaco, me cago en Zapatero. ¿por dónde iba?. me pierdo entrelíneas; el blanco ahoga las virutas negras, los significados flotan, los primates rayan el disco, la niña juega detrás de unas sillas al misionero y los caníbales, todos los papeles ejecutados por un único actor que brama y gira, parece un tótem de dibujos animados con sus muecas de demonio de tasmania y esos bracitos alados. el jefe sube un peldaño más la música, mis ojos persiguen la frase apoyándose en la yema de un dedo, " ¿cómo medir la profundidad del tiempo?"; ¿por qué el mono se acerca a la melodía, incluso parece tararearla, y luego le pega una patada?, ¿cuanta sal has de añadir al olvido para que salga a flote un recuerdo? ¿por qué me besas en el codo, niña?. "quiero jugar". le tiro de la coleta y ella llora, llora y grita como un gato con la cola ardiendo en un akelarre bajo tierra, los padres me miran enfurecidos, el jefe eleva los violines hasta los tobillos de Cristo pero yo sé porque se ha asustado la niña y pongo las monedas justas sobre la barra y camino hacia los ventanales empañados, puede que ahí afuera siga lloviendo aunque ya no importa. esta mirada enloquecida nunca falla.